jueves, 3 de julio de 2014

¿Se puede salir del euro? La izquierda europea en la encrucijada

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Las recientes elecciones europeas supusieron, en el caso español, la irrupción del fenómeno PODEMOS. Los cinco escaños que el movimiento posindignado consiguió en Estrasburgo el 25 de mayo del 2014 centraron el debate político ibérico. Desde entonces, la posible reconfiguración del espacio de izquierdas ante el sistema de la restauración de 1977 ha generado una avalancha de discusiones mediáticas y cibernéticas.

Lo que menos se ha hecho, por cierto, es analizar el espacio-contexto donde se dio el efecto PODEMOS, es decir, las elecciones al parlamento europeo, cuya asamblea legislativa no elige los poderes ejecutivos de la Unión (de la Comisión Europa al Banco Central Europeo que junto al Fondo Monetario Internacional forman la Troika, o el triunvirato que administra la doctrina del shock contra los países del sur de Europa).

En este blog se analizó el auge del Frente Nacional francés, por ejemplo, no por su habitual batería de medidas racistas y policiales sino por su discurso de recuperación de la soberanía nacional basado en la renegociación de los tratados internos de la Unión Europea que desmantelan el Estado del bienestar y la recuperación del franco y la política monetaria interna. Un programa electoral que asume, sin tapujos, la necesidad de iniciar el “fin ordenado del euro” para el “renacimiento económico de Francia” pues la continuidad de la moneda única es algo parecido a “morir a fuego lento”.

Esta primera propuesta formal de salida del euro asume controles de cambio y nacionalizaciones parciales de la banca así como impuestos especiales “a los activos extranjeros denominados en euros” para evitar cualquier colapso económico en la transición del euro al franco.

En el siglo XXI la ultraderecha francesa asume los discursos antieuropeístas que las izquierdas marxistas defendían en la década de 1980. En cambio, la ambigüedad doctrinal preside los discursos de las izquierdas a día de hoy. El caso emblemático de este marasmo dialéctico se da justamente en PODEMOS y el resto de grupos de la llamada Izquierda Europea cuya posición ante la moneda única y el sistema de dominación financiera que rige la Unión Europea es cuando menos caótica.

Mientras Pablo Iglesias se presentaba como candidato de unidad de esta misma Izquierda Europea a la presidencia del Parlamento Europeo afirmando el 1 de julio que “nuestros pueblos no son menores de edad, ni colonias de ningún fondo de inversiones, no conquistaron y defendieron su libertad para entregársela a una oligarquía financiera", el programa colaborativo de PODEMOS se rige por el sueño de Europa, es decir, la idea que se pueden democratizar las estructuras de la Unión Europea y crear, por ejemplo, “mecanismos de control democrático y parlamentario sobre el Banco Central Europeo” supeditándolo “a las autoridades políticas”. Fantasías habermasianas de democracia participativa que contrastan con el realismo estatista del Frente Nacional cuyas propuestas, de llegar al poder, suenan más factibles que la conversión de los poderes financieros en órganos ciudadanos al servicio de los pueblos de Europa.

Este enfoque parte del discurso dominante en las izquierdas alternativas del viejo continente que tienen en Grecia su expresión más elaborada. El partido-movimiento Syriza, liderado por Alexis Tsipras, puede llegar a gobernar Grecia y por ello sus posiciones ante el euro definen la política real que esta misma coalición de izquierdas considera necesarias. Pese a algunas vieja críticas contra la moneda única, Tsipras ha moderado su discurso en aras de evitar el pánico financiero (o el castigo de los acreedores de Grecia). El discurso europeísta de su principal mentor, el economista Yanis Varoufakis, no deja lugar a dudas. Acorde a su doctrina, toda salida del euro sería una catástrofe y por ello se impone un New Deal Verde que no toque, pero reforme, el marco institucional europeo. Como señala otro economista crítico, próximo a Syriza, Costas Lapavitsas, la meta es una “unión político-fiscal de los territorios que la componen” que transforme el BCE “en un organismo obligado a realizar políticas monetarias pensadas para fomentar el empleo y el crecimiento” junto a la creación de “una “Oficina de Deuda Pública” que pudiera coordinar la emisión y gestión de la deuda pública de cada Estado en colaboración con el BCE”.

Pero también afirma Costas Lapavitsas que la reestructuración de la soberanía europea es más que inviable pues no convendría al capitalismo alemán ni solventaría las desigualdades económicas de la zona euro por lo cual este crítico de la fantasía democratizadora de Europa considera que el “impago de la deuda por parte de los Estados del sur de Europa, y su salida de la moneda única” puede ser el escenario final, y necesario, ante la trampa de la moneda única.

En los linderos de Izquierda Unida, PODEMOS, Parti de Gauche, Die Linke, el grupo parlamentario de la Izquierda Europea, existe un espacio de crítica y cuestionamiento a la continuidad del modelo europeo. El artículo de Manuel Montejo -miembro de la mesa estatal del Frente Cívico Somos Mayoría- que reproduzco en Tiempos de Furia resume, en forma brillante, este estado de opinión que comparten otros académicos como Pedro Montes, Juan Torres López o los 900 firmantes del manifiesto Salir del Euro.

Pese a ello, el debate no ha conseguido cambia ni un ápice las posiciones europeístas de Izquierda Unida o PODEMOS. La democratización de Europa sigue siendo el objetivo de unos grupos políticos que prefieren no entender el sentido final del mercado único europeo tal y como lo planteó uno de los grandes tecnócratas del franquismo español, Gonzalo Fernández de la Mora:

Los sometidos a los prejuicios ideológicos de la partitocracia actual cuestionan el democratismo de una forma política como la Unión Europea. Es obvio que los eurócratas tienen pocas analogías con las oligarquías partidistas que controlan el Estado moderno en su etapa actual, probablemente postrera. Son expertos cooptados que se legitiman por su capacidad y no por el sufragio universal a través de las maquinarias partidistas. El sumo ejemplo es el presidente del futuro Banco Central, dotado de poderes decisivos y no elegido por plebiscito continental. Es igualmente obvio que el Parlamento europeo no es vinculante para los eurócratas y que la composición de la Comisión de Bruselas no responde a ninguna de las aritméticas electorales vigentes en democracias como la italiana. (Allende el estado moderno, Razón Española, n° 93)

Los intelectuales orgánicos de la dictadura española realizaron en la Unión Europea su sueño de una tiranía económica que subyugara, sin votos ni dádivas ni negociaciones con la plebe, a toda Europa. El III Reich y el poder de la City juntos protegiendo a los propietarios de Europa bajo paraguas de Washington.

Si el Sueño de Europa (Pablo Iglesias dixit) nunca existió, ¿no es tiempo de terminar el sainete-tragedia del Euro?



SALIR DEL EURO / MANUEL MONTEJO



En los últimos tiempos, especialmente con motivo de las elecciones europeas de mayo, el discurso dominante en los medios y en el panorama político de nuestro país ofrece una visión de la situación económica que varía entre dos posturas aparentemente contrapuestas pero que comparten una aceptación del orden imperante: ninguna se cuestiona el sistema económico ni las reglas que lo sustentan, el euro y los dictados de la “troika”.

Así, la salida a la grave crisis económica y social que sufrimos se encuentra bien en la profundización en el “austericidio” impuesto por la Unión Europea o bien en el establecimiento de medidas de protección social que palien el necesario ajuste por el que debe pasar nuestra economía para volver a la senda del crecimiento. Tanto la primera, defendida por el Gobierno y demás neoliberales (incluido el mismo PSOE), como la segunda, en la que se encuentra la socialdemocracia mayoritaria en el seno de la izquierda, obvian intencionadamente el problema de fondo de la Unión Europea y el euro. Ambas aceptan sin ningún cuestionamiento la estructura de la Eurozona, aunque se mueven entre la resignación de la derecha, que recibe gran parte de los beneficios, y la vana esperanza de reformarla de la izquierda.

Desde los poderes se intenta trasladar que la solución pasa bien por “más Europa” o por “otra Europa”, de forma que se asimile la idea de una construcción incompleta o fallida de la Unión Europea. Sin embargo, dejan de lado una idea que resiste mejor el análisis económico y político: la Eurozona, el euro, ha sido un rotundo éxito, destinado a causar un enorme daño social a la mayor parte de las poblaciones europeas y un beneficio para unas minorías.

Muy pocas voces han denunciado la relación existente entre la crisis en Europa, fruto del proceso de construcción de una superestructura liberal al servicio del capital europeo, y la crisis de régimen del Estado Español.

Digámoslo más claro. Hemos de dejar de engañarnos puesto que no se puede albergar ilusión alguna en el ideal de la Unión Europea y su proceso de integración. Los acontecimientos políticos y sociales en la UE, especialmente en el Sur, después del comienzo de la crisis capitalista mundial en los años 2007-2008, justifican aún más el rechazo político al “proyecto europeo”.

Para entender este discurso, tildado de catastrofista, basta con considerar cuatro aspectos clave:

a) Las medidas de austeridad y las “reformas estructurales” impuestas a la periferia europea son un experimento de “ingeniería social” neoliberal, que recuerdan a los “programas de ajuste estructural del FMI”.

b) Al mismo tiempo, esta austeridad viene acompañada por una negación de la soberanía popular. El estado español es hoy un país con una soberanía limitada, en donde la “troika” (UE, FMI, BCE) impone sus deseos al gobierno.

c) Esta arquitectura europea profundiza la división entre Norte y Sur, estableciendo una relación centro-periferia. Así, la economía española obedece a un nuevo modelo productivo, adaptado a las opciones estratégicas del capital europeo; un modelo que devalúa lo existente en favor de menores costes laborales, inversión en la construcción, el turismo y los servicios, etc.

d) El euro no es el responsable de la crisis en sí mismo, ya que no crea dinámicas que no existan en el capitalismo, pero si es la herramienta de dominación del capital europeo para imponer su modelo económico, encaminado a reproducir una acumulación por desposesión. Es el instrumento que posibilita la tendencia a la desigualdad social y regional en la Eurozona. Podríamos decir que el euro ha facilitado el surgimiento de una Europa neoliberal “a la alemana”, con la complicidad de las burguesías periféricas que han colaborado liquidando el Estado social. Por lo tanto, los desequilibrios en la arquitectura del euro son estructurales e inherentes al proyecto.

Frente a estos datos, se nos ofrecen cantos de sirena apelando a la “modernidad” y a los beneficios obtenidos por España por su pertenencia a la UE, debido a la transferencia de fondos para obras públicas. No obstante, este saldo podría considerarse negativo si valoramos las privatizaciones obligatorias, los déficits comerciales, las dificultades del sector agrícola bajo la presión de la PAC, etc.

Observando este panorama, la única pregunta que cabe sería: ¿es posible aspirar a una salida del círculo vicioso de la austeridad, la recesión y el desempleo, de todas las restricciones institucionales que se imponen a la sociedad española, sin una confrontación directa con la Unión Europea? Y se debería decir claro: no es posible una salida transformadora, dentro del euro y de la arquitectura europea actual. Si no es posible aspirar a ningún programa que proponga una opción social y democrática para nuestro país, es de vital importancia plantearnos la salida del euro, paso inicial para avanzar hacia un nuevo modelo económico y social democrático.

Pero esta idea no está presente en el imaginario de nuestra sociedad; ni siquiera es predominante entre la clase trabajadora. Si analizamos los datos ofrecidos por distintas encuestas europeas, como el informe Transatlantic Trends[i], observamos que el 65% de los europeos, especialmente en el Sur, afirma haberse visto personalmente afectado por la crisis económica y el 82% opina que su sistema económico recompensa desproporcionadamente a unos pocos a expensas del grueso de la población. Al mismo tiempo, el 60% cree que el uso del euro ha sido (o sería en países de fuera de la eurozona) negativo para su economía. Sin embargo, pocos desean abandonar el euro. Cuando a quienes responden que el euro ha sido negativo para su economía, se les pregunta si desean volver a su moneda anterior, la mayoría de ese subgrupo prefiere mantener el euro: el 51%.

Nos encontramos por tanto ante una aceptación del beneficio de la supuesta “modernidad” aportada por la pertenencia a la UE y de la crisis como un mal a asumir. Reconociendo el impacto negativo del euro y de la normativa económica europea, la perspectiva parece pasar por “resistir” hasta que todo vuelva a ser como antes. ¿A qué se debe esto?

La crítica al Euro es habitualmente rebatida, desde el discurso hegemónico neoliberal, apelando al miedo y a la posible catástrofe que conllevaría una eventual salida del euro. Sin embargo, se intenta ocultar la respuesta lógica a este planteamiento falsario: ¿cuáles van a ser las consecuencias de permanecer bajo este estado de dominación? ¿Se puede mantener el sistema euro con estos niveles de deuda? Es una tarea imprescindible que las clases populares adquieran la conciencia del inevitable destino que lleva aparejado el euro y esta Europa. Para ello, no se puede negar las complicaciones que puede conllevar la recuperación de la soberanía pero hay que desmontar el falso discurso de la recuperación.

En un reciente artículo, el economista italiano Giorgio Gattei y Antonio Iero[ii] planteaban una simulación del calendario de devolución de la deuda de Italia durante los próximos 20 años, periodo en el que el Pacto Fiscal (el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza) obliga a reducir al 60% la relación entre la deuda pública y el PIB en todos los países de la Eurozona. Ambos autores señalan el interés de estimar la cantidad del saldo primario, la diferencia entre gastos e ingresos del Estado sin contabilizar los intereses por el pago de la deuda, necesario para llevar la deuda pública al porcentaje del PIB comprometido. Es un simple modelo de simulación que, partiendo de los datos actuales, permite seguir la evolución de la deuda pública y del PIB. La deuda pública crece en función de su tipo de interés medio y tiende a disminuir en virtud de un saldo primario positivo. A su vez, el PIB aumenta en proporción a su porcentaje de crecimiento real y al nivel de inflación. Evidentemente, el modelo deja fuera variables y acciones en la gestión de la liquidez del estado que puedan ocurrir en el futuro.

Podemos trasladar esta simulación al caso español, en base a unas previsiones más que optimistas y sin considerar posibles crisis. Como base de partida asumimos las predicciones de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS) para 2014 y 2015. Sobre esta base, optimista, hemos previsto un crecimiento constante del PIB del 1.6%, el doble del actual, una inflación del 1.5% y unos tipos de interés del 3%, más bajos que los actuales. De esta manera, se ha calculado a cuánto asciende el saldo primario en las cuentas públicas para poder llegar, en 2033, al objetivo de la relación entre deuda/PIB del 60%.


CALENDARIO DE DEVOLUCIÓN DE LA DEUDA PÚBLICA DE ESPAÑA (MODELO GATTEI–IERO)
(Datos en miles de millones de euros)


datos


El monto total de la deuda seguiría creciendo hasta 2026 para disminuir solamente a partir de ese momento. Pero lo realmente importante es que para alcanzar una deuda pública del 60% del PIB sería necesario obtener (y mantener durante quince años) un saldo primario no inferior al 2,29% del PIB. El saldo primario en ese periodo debería sumar un total de 512 mil millones de euros, con una media de 28 mil millones por año. Esto significa que para cumplir un objetivo crucial y un tratado vinculante, España debería aumentar la presión fiscal y/o disminuir el gasto público para obtener un saldo de 28 mil millones de euros extras al año.

Además, estas medidas conllevarían enormes disminuciones en la dinámica del PIB, que difícilmente podrían mantenerse al ritmo del crecimiento del 1.6% planteado en la hipótesis. Hay que resaltar, por último, que estos objetivos se conseguirían si no ocurren acontecimientos traumáticos en los mercados financieros y en los sistemas económicos conectados con España. Un escenario que momentáneamente no parece verosímil.

¿Es posible llegar a 2033 con ese nivel de daño social? ¿Estamos dispuestos a tolerarlo? Independientemente de las cifras reales, puesto que nos basamos en predicciones, podemos concluir que esta deuda es impagable y, si se intentara pagar, el grado de sufrimiento social es inimaginable e inaceptable. Es, por tanto, necesario afirmar que la crisis no va a superarse de continuar con estas políticas y que la permanencia en la UE y en el Euro es la condena del Sur de Europa.

Y mostrar esta realidad es una tarea irrenunciable de la izquierda y de los movimientos sociales. No basta con denunciar una UE antidemocrática y autoritaria sin asumir la imposibilidad de su reforma. No es posible luchar por “otra” UE fuera del neoliberalismo, sin déficit democrático, con un BCE solidario y donde la redistribución de los fondos se priorice a los países del Sur de Europa, etc. ¡Esta otra Europa no existe! Las raíces de la actual configuración de la integración europea no se inspiran en sueños sociales, federalistas y democráticos, sino en el corazón del neoliberalismo antidemocrático. Pero lo peor es que a causa de este déficit estratégico se deja abierto el espacio a la extrema derecha para que se apropie del sentimiento euroescéptico.

Es hora de plantear este problema con decisión y audacia, obviando los intereses electoralistas y el peso del discurso hegemónico, para ofrecer una salida veraz a nuestra sociedad. La cuestión del euro debería ser nodal en cada debate sobre el futuro. El problema de esta Europa no es político ni de carácter social. La UE está avanzando a buen ritmo por el único camino que se ha fijado como destino: el desmantelamiento del Estado en beneficio de las oligarquías centroeuropeas y sus cómplices en los países del Sur. No nos engañemos.

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[1] Informe de septiembre de 2013 que analiza la situación europea y transatlántica, realizado por el German Marshall Fund (con la colaboración del BBVA): http://trends.gmfus.org/transatlantic-trends-2013-released/

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