domingo, 15 de febrero de 2015

Matar al mensajero y Nightcrawler: 2 películas sobre periodismo que no puedes perderte

El periodismo como búsqueda de la verdad y develación de las trampas del poder murió hace tiempo. Los mentores que hicieron las grandes frases que debían guiar nuestro camino se mueren. Y nos dejan con las mismas frases -"para un periodista el principio fundamental es buscar la verdad y contarla"- que el Washington Post parecía aplicar en tiempos del Watertgate cuando, en el reflujo de Vietnam y el gran cuestionamento, los medios estadounidenses parecieron sacudirse su tradicional colaboracionismo con el poder o los poderes (fácticos, naturalmente).  

Fue un espejismo.El fulgor de un meteorito que iluminó las mentes de varias generaciones y que, estilo cometa Halley. pasa una vez cada cien años. Cabe dudar que en la actual debacle de la prensa escrita, vivamos otra vez este momento catártico. 

No fue así en el caso WikiLeaks, o los cables de embajadas que los cinco grandes medios de Europa y EEUU prometieron exhibir para convertir en anecdota burocrática y linchamiento final a su proveedor y amigo, un tal Julian Assange. Tampoco sucedió en  el caso Snowden que terminó con Glenn Greenwald fundando un medio cibernético, o The Intercept,  para decir aquello que ya no cabía en los medios tradicionales sobre el gran hermano que  existe en loa grandes sótanos bajo la luna de la NSA y controla todos nuestros pasos en la red.

En esta agonía final, sin héroes a la vista, dos películas producidas en California pero lejos del estilo Hollywood (hoy reducido a superhéroes y otras inflaciones de palomitas) marcan el final de ciclo de una profesión que en otros tiempos pareció la cumbre del hombre occidental.

Es modo irónico. Y crepuscular. La fascinación del cine estadounidense por su otra industria cultural (el periodismo corporativo) debía terminar con un bello epitafio. Y no fue solo uno sino dos.

Kill the messenger o perro si come perro


Siguendo en modo irónico, resultará  que hombres vinculados a Hollywood  serán los enterradores del negocio de la información. Y el colapso filmado tuvo lugar en 2014. Dos películas estrenadas el año pasado son perfecta necrológica de algo que en los setenta parecía posible (el cuarto poder contra el imperio del secreto) y hoy resulta risible.


Kill the messenger: ¿verdades incómodas?
Kill the messenger: ¿verdades incómodas?






Kill the messenger es el relato biográfico-político de Gary Webb, el periodista que reportó en 1996 la connivencia entre la CIA y traficantes del este de Los Angeles que vendían crack y cuyos beneficios sivireron para financiar a la contra nicaraguense en la década de 1980. Sus colegas de la prensa corporativa se encargaron de destruirlo inventando una cascada de calumnias y medias verdades sobre su (sospechoso) trabajo profesional.

No hubo un segundo Watergate ni cobertura en prime time. La jauría lo acabó y en 2004, sin trabajo ni expectativas, Webb se pegó un tiro en la cabeza.

Asi que nada de final feliz para el periodismo libre. Y esta película que ha movido reflexiones, calumnias retroactivas y memorias completas sobre la cacería mediática contra uno de los suyos desmiente que perro no come perro y que entre compañeros aplica el respeto. La casta divina señalo al mensajero y lo acabó. Conste en acta.

Nightcrawler: el American Psyhco del periodismo



Nightcrawler,  o la historia de un pequeño ladrón, desempleado y sociópata, que descubre su vocacion de freelancer cubriendo la nota roja en el escenario nocturno de L.A. El retorcido lenguaje del capitalismo aspiracional aplicada a un tipo que sacrifica "empleados", ética profesional y otras nimiedades para grabar la noticia más sangrienta que los productores de canales locales puedan imaginar.


NIghtcrawler: periodismo, sangre y horror.
Nightcrawler: periodismo, sangre y horror.



El éxito de este american psycho es el reflejo del capitalismo sin adjetivos o el sueño del emprendedor que cumple su "sueño" emulando los tiburones de la libre empresa. Su deshumanización lo dota de una colosal capacidad de convertir el horror en lucro y captar lo que necesita la industria televisiva. Y su éxtio determina lo único que quedará del periodismo corporativo y su desesperada búsqueda del raiting. Una legión de lunáticos que es cómplice, testigo y actor de una masacre sin fin.
Pan, circo y horror.
El periodismo ha muerto. Y nunca un velorio fílmico fue tan impactante. Es tiempo de comer perro.

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