jueves, 6 de diciembre de 2012

Pacto por México y Pactos de la Moncloa: el mito genial

Izquierda moderna, izquierda propositiva, izquierda de consensos. La firma del Pacto por México en los albores del nuevo sexenio priista es la enésima reedición de los Pactos de la Moncloa que la academia y los medios dominantes llevan difundiendo por más de 30 años. Pero la leyenda de la transición española, asumida por el PRD y la socialdemocracia azteca, ¿que esconde tras sus capas de maquillaje y propaganda?


 

 

Decía Ismael Carvallo Robledo que son "abundantes" y "superficiales"  las referencias a la transición española en México. Pero no son casuales. Conforman una campaña de adoctrinamiento masivo que se repite en cada acto simbólico desde 1982 tal  cual sucedió el domingo 2 de diciembre en la firma del Pacto por México donde todos los partidos recordaron, de nuevo, que su referencia y guía son los Pactos de la Moncloa de 1979:


 

"Prácticamente una generación entera de políticos mexicanos –los protagonistas de la escena nacional de los últimos quince o veinte años– tuvieron y tienen como horizonte de referencia los acontecimientos que, a partir de la muerte de Franco en 1975, supuestamente abrieron la puerta a una etapa de democracia y libertad que habrían sido conculcadas, se nos dirá, por un régimen oscurantista y medieval como el franquismo (un régimen que, en todo caso –y esto es lo que nunca se dice– no hizo más que sentar las bases del desarrollo capitalista del bienestar de la España de hoy). No falta nunca en los debates o en las tertulias el político o el analista perspicaz que, ante una problemática concreta, o ante la «falta de acuerdos y de diálogo», sentencia categórico, pensando al hacerlo que está descubriendo el mediterráneo, que «necesitamos nuestro Pacto de la Moncloa a la mexicana», o que «debemos de poner todos nuestros esfuerzos en alcanzar una democracia madura y moderna, como la española tras la Transición de 1978».


Ismael Carvallo Robledo




 

El consenso de la modélica, ejemplar e imitable transición española ha sido reproducido por más de tres décadas al punto que el incosciente nacional repite los tópicos que la clase politica remarca día si día no:


 

En efecto, dependiendo de la alineación ideológica de nuestro político o académico en cuestión, evocaciones, comparaciones o analogías son hechas para destacar uno u otro aspecto, uno u otro personaje de aquel proceso épico –según sus promotores– que hubo de quedar consignado en las también conocidas obras que Victoria Prego a tan memorables faenas dedicó, a saber: Así se hizo la Transición (1995), Presidentes (1995) y Diccionario de la Transición (1999); trabajos que hubieron de ser llevados también a la televisión como documental que, bajo el nombre de La Transición, fue emitida por Televisión Española en 1995 y que luego fue y ha sido transmitida en México, según la noticia que de esto tenemos, por Canal 22.


Ismael Carvallo Robledo



 

Un discurso con un claro objetivo: influenciar y maniatar a la población para que crean que solo hay un modelo posible -There's no alternative que decía Margaret Thatcher- contrapuesto al horror populista que habita América Latina:


 

Para analistas situados en una óptica donde acaso esté también situada Prego, que es la propia de la ciencia política norteamericana liberal que en los últimos treinta o cuarenta años hubo de implantarse en las estructuras académicas de Europa y América –en México, por ejemplo, esta corriente tiene como supremo pontífice a José Woldenberg; las canteras de politólogos adoctrinados en esta línea de interpretación política son sobre todo el ITAM, el CIDE, El Colegio de México, pero también la UNAM–, los procesos de cambio político o de transición hacia la democracia son presentados como la fase suprema de transformación histórica a la que la humanidad habría de estar llegando tras la caída de la Unión Soviética, representante tardía a su vez de los regímenes autoritarios o totalitarios que, a lo largo del siglo XX (sus herederos, se nos dirá, son hoy los regímenes populares o populistas como los de Hugo Chávez en Venezuela), mantuvieron aplastadas y reprimidas a las fuerzas sublimes, nobles, puras, democráticas, modernas, tolerantes y sobre todo espontáneas de la sociedad civil, ávida de libertad y, en efecto, de democracia.


Ismael Carvallo Robledo



 

Este consenso de fondo entre el PRI, el PAN, el PRD y la red intelectual, cultural y medíatica que domina en pensamiento nacional genera un malla de sofismas que se reproduce cada vez que un nuevo acuerdo cupular cimenta el paso de una oleada de reformas estructurales tal cual sucedió en el Pacto por México firmado por los principales partido políticos como bienvenida al sexenio de Peña Nieto.


 

 

¿Y qué fueron realmente los Pactos de la Moncloa?


 

 

Así pues cabe preguntarse ¿por qué tanta insistencia en las virtudes milagrosas de aquel texto firmado en Madrid el 27 de octubre de 1977. Lo cuenta la Confederación Nacional del Trabajo en un excelente resumen:


 

 

[caption id="attachment_325" align="aligncenter" width="623"] Pactos de la Moncloa: octubre de 1977 / Imagen (CC) bibliotecaiie.wordpress.com[/caption]

 

 
Los Pactos de la Moncloa crearían las condiciones sociales para la Constitución de 1978, que consagraría la inviolabilidad de la propiedad privada de los medios de producción y la economía de mercado. Si la futura Constitución tenía una gran importancia en lo que se refería a establecer las reglas básicas del juego político, el pacto social tendría una importancia también trascendental, ya que sería lo que permitiría reconstruir la paz social y la disciplina en el mundo del trabajo español. Algo sin duda imprescindible en un país en donde la clase obrera había adquirido una gran capacidad de autoorganización capaz de sobrepasar a comités y burocracias sindicales, que era consciente de su fuerza real y que había adquirido una considerable experiencia de lucha en las condiciones extremadamente duras de los últimos años del franquismo. El pacto social era la herramienta necesaria para restablecer una situación de sometimiento, imprescindible para afrontar una crisis económica que se pensaba resolver con un ajuste duro que, por supuesto, debían pagar los trabajadores.

Hay que destacar que una parte fundamental de estos acuerdos sería como controlar al movimiento obrero y a los sindicatos al margen de CCOO y UGT, es decir a la CNT. Fue aquí por lo tanto donde se creó y preparó la colaboración de clases (concertación social), para lo que se tomó como ejemplo la socialdemocracia alemana. Finalmente se llegaría a un acuerdo sobre la negociación colectiva y la representación sindical con CCOO y la UGT.

Con los Pactos nacían los comités de empresa (sindicalismo de nuevo tipo) nefastos para la lucha no sólo en lo económico, sino también en lo organizativo y unitario como clase, ya que parcializaban las luchas empresa por empresa, cuando las luchas y las reivindicaciones eran globales. En realidad, los comités de empresa eran (y son) de naturaleza antisindical, puesto que la actividad sindical sólo consistía en depositar un voto en una urna cada cuatro años, y los trabajadores -supuestamente representados en su conjunto por el comité- no sentían la necesidad de organizarse para luchar por sus intereses.

No a los Pactos de la Moncloa. No a las elecciones sindicales.   Todo el poder para la asamblea.

En el terreno político, entre otras cosas, se acordó modificar las restricciones de la libertad de prensa y la legislación sobre secretos oficiales para permitir a la oposición parlamentaria el acceso a la información; se aprobaron los derechos de reunión, de asociación política y la libertad de expresión mediante la propaganda, tipificando los delitos correspondientes por la violación de estos derechos; se creó el delito de tortura; se reconoció la asistencia letrada a los detenidos y se despenalizó el adulterio y el amancebamiento.

En materia económica destacaba la flexibilización del régimen laboral, a través de mecanismos de contratación temporal (sobre todo de jóvenes) y mayores facilidades para el despido de personal, reconociéndose el despido libre para un máximo del 5% de las plantillas de las empresas; el derecho de asociación sindical; fijación en el 22% del límite de incremento de salarios (inflación prevista para 1978); reforma de la administración tributaria ante el déficit público y medidas de control financiero a través del Gobierno y el Banco de España ante el riesgo de quiebras bancarias y la fuga de capitales al exterior.

Se acordó mantener el aumento de los salarios por debajo del nivel de inflación, lo que supuso un recorte del 7% del nivel de vida de los asalariados. A cambio, se prometieron algunas reformas sociales y económicas las cuales tardarían en llegar y otras nunca llegarían. Este fue el caso, por ejemplo, de la promesa de restituir a los sindicatos el "patrimonio sindical" -el enorme patrimonio acumulado por el sindicato vertical durante casi cuarenta años a través de la confiscación de las propiedades de UGT y CNT y las cuotas obligatorias de empresarios y trabajadores- proceso que se demoraría durante largos años.

Con los Pactos de Moncloa se abría una nueva línea de acción sindicial, basada en el acuerdo, pero también en el secretismo de las negociaciones, que hurtaba a las masas el protagonismo condenaba a la marginación a quienes no se sumbaban a estos acuerdos.

CNT Madrid



 

España como democracia controlada al servicio de las élites es  el modelo de los poderes fácticos mexicanos que siguen la ruta de la liquidación de los derechos sociales y el siempre escaso estado del bienestar.

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