El cerco aéreo sobre el presidente boliviano es una buena excusa para recordar el intento de magnicidio que en abril del 2009 encabezó el ultraderechista Eduardo Rózsa Flores. La historia de aquel mercenario húngaro-boliviano puso al descubierto la última misión de un ex periodista que combatió en la guerra de Yugoslavia: matar al presidente Evo Morales. Un viaje a las raíces genocidas del hispanismo latinoamericano.
La conexión es tan evidente que Alejandro Melgar Pereira, asesor legal de la CAINCO, ahora prófugo de la justicia, hizo las gestiones para que Eduardo Rózsa Flores adquiriera el automóvil Hyundai 1371-BGF que el 15 de abril se encontró en el Hotel Las Américas y que se usó para atentar contra la casa del Cardenal Julio Terrrazas, líder espiritual de la derecha cruceña. Acción de contrainsurgencia que provocó incendiarias acusaciones contra imaginarios grupos armados vinculados al presidente Morales. Melgar también pudo haber sido quien ayudó al grupo a cambiar periódicamente de hospedaje en hoteles de lujo.
Los hacendados que pagaron la fiesta del chivo
En jerga boliviana, esta casta político-empresarial que buscó y financió a Eduardo Flores es llamada los cien clanes. Verdaderos latifundistas que controlan esta prospera región donde se concentran las tierras más fértiles, los bosques tropicales y los enormes yacimientos de gas, petróleo y minerales del país. Ellos rigen haciendas que van de 14.000 a 75.000 hectáreas.
En Santa Cruz, todos se conocen. Y la élite aún más. Entre las buenas familias cruceñas se sabe la historia de Jorge Rózsa y Nelly Flores. Él, un pintor cubista y comunista húngaro, llegado a Bolivia en los años cincuenta con una misión etnográfica francesa para estudiar los indígenas del altiplano y quedó seducido por el encanto colonial de Santa Cruz. Ella, bella hija de una rancia familia española que presumía de obispos y militares entre sus ancestros. Jorge Rózsa fue dramaturgo y profesor de la Escuela de Bellas Artes de Santa Cruz. Un verdadero talento que sólo en parte heredó su hija, Silvia Rozsa Flores, hermana del mercenario ultimado el 16 de abril. Y sus dos únicos hijos abjuraron siempre de los principios izquierdistas de su padre. En Facebook la directora del museo municipal de Arte y Cultura de Santa Cruz recibía las condolencias por la muerte de su hermano y muestra sus tendencias políticas.
Su postura siempre estuvo clara. Apoyo irrestricto al referéndum autonómico de mayo del 2008 y vindicación de Gabriela Ichazo Elcuaz, directora de la revista Piedra Libre, promotora intelectual del virulento movimiento cruceño de oposición a la “cleptocracia” del indio Morales. También en el funeral de su hermano, Silvia Rózsa exaltó su carácter “alegre, noble e idealista” y defendió la inocencia de sus actos. Hasta hoy, ella mantiene la versión que nada supo de él hasta su muerte. Tal para cual.
Branko Marinkovic: un latifundista-terrorista protegido por EEUU. |
Pero lo que se calla igual se sabe. Y todo el mundo sabía quien mandó traer a Eduardo Flores. El líder de la comunidad croata encabezada por quien fuera dirigente del Comité Cívico Pro Santa Cruz, Branko Marinkovic, un gran hacendado de la soya que posee, sin papeles legales, más de 26 mil hectáreas en la región oriental, seis mil hectáreas más que toda la superficie de la capital departamental. Vinculado por herencia familiar con los ustachas de Ante Pávelic, aliados de Hitler en la II Guerra Mundial, esta conexión se reforzó durante la guerra de los Balcanes cuando militares argentinos carapintadas, juniors de la burguesía cruceña y ultracatólicos suramericanos, fueron a combatir por la independencia de Croacia.
Las investigaciones de la policía boliviana indicaron que Marinkovic, fue el financiero de los paramilitares contratados para asesinar a Evo Morales pero el hacendado huyó a Estados Unidos donde sigue protegido por el Departamento de Estado pese a la orden de busca y captura que lanzó Interpol. Parte de las tierras de este latifundista fueron entregadas por el gobierno boliviano a los campesinos locales aunque el poder de los terratenientes cruzeños sigue incólume y peligroso. El golpismo que estalló entre 2008 y 2009 dejó una imborrable lección sobre el hispanismo conservador y su capacidad de destrucción pero también mostró que un estado con base popular, voluntad transformadora y capacidad de respuesta puede vencer a sus enemigos.
¿Quién fue Eduardo Flores?
El engarce de aquella conspiración para asesinar a Evo Morales fue el también cruceño Eduardo Rózsa Flores, un hombre que vivió mucho tiempo en Hungría y se vinculó al Opus Dei a finales de la década de 1980. Gracias a esta militancia católica, llegó a ser ayudante del corresponsal del periódico La Vanguardia en Viena, Ricardo Estarriol, conocido miembro de la Obra. Usando el apellido materno, Eduardo Chico Flores cubrió la desintegración del bloque soviético y llegó en verano de 1991 a Croacia para seguir la ofensiva del ejército yugoslavo sobre la vecina región de Eslavonia, al otro lado del Danubio.
Y pese a ser un enigma, tuvo patente de corso. La impunidad que Glavas otorgó a Eduardo Rózsa Flores en su base de Bresce, a las afueras de Osijek, fue completa. Sin límites. Allí llegaron decenas de voluntarios: criminales comunes, curtidos mercenarios, fascistas y ultracatólicos. En el despacho de su unidad, Eduardo Chico Flores mostraba su ideología sin tapujos: En su mesa, junto a la ventana, la bandera española con el yugo y las flechas. Declaración de amor a Franco, a su madre y al viejo nacionalcatolicismo que, según me dijo él mismo, le producían afecto y ternura. Recuerdos comunes también entre el ala más radical del HDZ, el partido que comandó la independencia de Croacia. Muchos ustachas, viejos combatientes del protectorado croata de Ante Pavelic, hallaron refugio en España y prosperaron bajo la protección política de la dictadura. Un mundo compartido por muchos. De Madrid a Santa Cruz.
Los perros de la guerra
Eduardo Flores y sus perros de la guerra: contratados para matar. |
Dos de ellos, el suizo Christian Wurtenberg y el británico Paul Jenks, terminarían muertos en circunstancias harto sospechosas. Wurtenberg decidió unirse a esta brigada ultra para investigar las supuestas conexiones entre Flores y el tráfico de armas y drogas que se movía en la zona. Tenía además la esperanza de descubrir pruebas sobre la red de extrema derecha que cobijaba Flores y establecer con precisión cómo y quien los pagaba. Días antes de morir dijo a su amigo, el reportero español de televisión Julio César Alonso que muy pronto dejaría la brigada y regresaría a Suiza.
El 4 de enero de 1992, Alonso y un camarógrafo portugués, Joao Pinto Amaral, fueron secuestrados en el Hotel Intercontinental de Zagreb y llevados a la sede de la policía secreta croata donde fueron interrogados por el mismo Flores en persona. Les dijo que el suizo era un topo y que "había que deshacerse de él". Incluso les dijo cómo sería su defunción: Aparecería asesinado por fuerzas serbias en una emboscada. Dos días después, el cadáver de Wurtenberg terminó en la morgue de Osijek y Eduardo Flores le dijo a Alonso: "El problema con el suizo se ha solucionado". Según la autopsia, Christian Wurtenberg "fue asesinado el 6 de enero de 1992 como resultado de la acción mecánica con un arma contundente y más tarde de un estrangulamiento con manos y con cable". Estrangular y degollar era el modus operandi de la Brigada Internacional que penetraba con uniformes de camuflaje en tierra de nadie, la zona limítrofe entre los frentes serbio y croara. Armados con cuchillos y cables de alambre su trabajo usual era eliminar patrullas de observación rivales.
El cazador de periodistas
El 17 de enero de 1992, Paul Jenks murió de un disparo en la cabeza. En Bresce, cerca de Osijek. Según el informe oficial, le disparó un francotirador serbio oculto a 900 metros de distancia. En realidad la bala llegó desde las posiciones croatas, muy cerca de la sede de la Primera Brigada Internacional. Aquel día, a las tres de la tarde, yo estaba en el cuartel de Flores justo cuando lo llamaron para anunciarle el asesinato de un periodista. Frío y tranquilo, me dijo: “En esta guerra todo el mundo trae una bala rondándole por la cabeza pero algunos no se lo creen y son unos irresponsables. Siempre dicen que a ellos no les puede pasar”. Cuando pregunté el nombre del asesinado por supuestos chetniks, o irregulares serbios, Eduardo Chico Flores contestó: “Paul Jencks. Trabajaba de freelancer. Lo conocía muy bien” Me quedé helado. Flores ni se inmutó.
Posando para la prensa: Eduardo Flores en la guerra de Yugoslavia. |
0 comentarios: