Evo Morales: marcado por el imperio |
sábado, 6 de julio de 2013
Perdonen mi alarde de negativismo pero el caso Snowden muestra que los imperios no son una entelequia. Entre las revelaciones sobre el expediente PRISM y el bloqueo aéreo contra el avión presidencial de Evo Morales, la literatura académica sobre el mundo multipolar, los BRIC y la emergencia de nuevas potencias se siente, cuando menos, un poco demasiado triunfalista. Precipitada y fantasiosa.
Ordenar a países que un día fueron soberanos, como Francia, que no se deje pasar el avión del presidente boliviano y usar un embajador interpuesto -Alberto Camero, porro mayor del cártel español- para intentar un cateo del jet muestra que la Unión Europea es un engendro sin personalidad ni sustancia. Un mero anexo colonial al servicio del lobby financiero-empresarial donde siquiera la omnipresente Alemania se atreve a cuestionar la hegemonía imperial. La historia es implacable. Pese a Charles de Gaulle, el corazón de la UE nació como escudo defensivo antisoviético. Por tanto, las lealtades y las dependencias están definidas desde 1945. Una regla de oro que la caída del muro de Berlín convirtió en dogma.
No importa que la NSA espíe hasta los baños del parlamento alemán o que se roben patentes de empresas rivales.
Washington manda, Europa obedece.
EEUU hacer lo que le viene en gana. y sus contrapesos son tan débiles que sus enemigos de antaño no se atreven a dar asilo político al disidente Snowden. China o Rusia procuran quitarse de encima tan delicado expediente porque la debilidad congénita de Rusia y los temores de China a las represalias gringas impiden todo desafío a la hegemonía imperial.
En plata, Rusia no es la URSS y China no quiere enfrentarse con su socio comercial. Hay demasiado en juego. Y mucho que perder. En este endiablado contexto, el mensaje a América del Sur está claro: Ni se les ocurra dar refugio a nuestro disidente. Si se detiene el inviolable avión presidencial de Evo Morales, ¿qué no estará dispuesto a hacer Washington?
En política, las formas son el fondo. Y ciertos mensajes se descifran fácil.
Lo que cualquiera puede deducir ante el secuestro del avión de Evo Morales es que EEUU controla mar, tierra y aire.
Y algo peor: espía e intercepta todas las redes de comunicación telefónicas, inalámbricas y digitales del mundo. A una escala nunca antes vista. PRISM, o la minería de datos y las supercomputadoras aplicadas al mayor programa de vigilancia en red jamás concebido, se ha puesto en práctica no solo para saber qué palabras clave escribimos en Facebook y que daño pueden hacerle al poder imperial. Es también una forma de geolocalizar y asesinar civiles inocentes -algo que los drones ya hacen en Pakistán- o impedir el vuelo de un presidente solo porque el espionaje dice que trae entre sus valijas a Edward Snowden.
El grado de sumisión a Washington es total y el mundo multipolar, o alternativo, es apenas un esbozo de futuro sin asideros demasiado reales, excepto cuando en lugares como Siria las fuerzas que apoyan al gobierno de Assad contra la rebelión islamista prueban su capacidad de defenderse. Solo en casos así asumen Rusia y China una posición menos dependiente. Pero nunca se dan retos directos. Washington no lo toleraría. Por ello, los atisbos de dignidad latinoamericana no bastan si en el otro extremo del mundo no hay potencias capaces de desafiar abiertamente la hegemonía norteamericana. Igual que la revolución cubana no hubiera podido resistir sin el equilibrio del terror y el apoyo soviético, Unasur o la defensa conjunta de los países latinoamericanos necesita de aliados fuertes para repeler la cascada de agravios.
Sin balance de poder, difícil es que eso suceda. El mismo silencio de Brasil, fracturado internamente, muestra el talón de Aquiles de la unidad latinoamericana. Estados Unidos no es imperio solo por su poder de fuego, espionaje y presión económica. Tiene en cada país del mundo su propia quinta columna dispuesta al sacrificio para hundir a lo enemigos del mercado libre y el sacrosanto derecho de propiedad. Sus aliados no necesitan ser comprados. Se ofrecen voluntariamente.
Ninguna victoria es eterna pero la resaca del colapso soviético aún no termina. Esta es la amarga pero certera lección del avión secuestrado en Viena.
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