Es el doble titular indiscutible de estas desangeladas elecciones europeas del 25 de mayo del 2014. El sorpasso del frente de izquierdas Syriza en Grecia y el primer lugar del Frente Nacional en
el recuento francés. Dejemos para otro día el análisis sobre el
fenómeno griego. Este frente de izquierdas se posicionó como una
alternativa viable ante el genocidio económico aplicado por la troika
pero queda por ver si en caso de llegar al poder presidencial Alexis Tsipras, esta
inestable coalición de intereses contrapuestos romperá con la telaraña
europea o solo renegociará mejores condiciones para sus deuda externa y
las políticas de austeridad.
Lla pregunta del millón es otra. ¿Cómo pudo ganar un partido populista, ultra y xenófobo las elecciones europeas en Francia con un 25% de los votos?
Para mi la respuesta está clara. Una lema de campaña simple y directo: No a Bruselas, Sí a Francia. O como dijo Marine Le Pen tras
la celebración de la victoria electoral: "Los franceses no quieren
seguir siendo dirigidos desde fuera". La defensa del estado social
frente a la doctrina del shock que Bruselas aplica en toda Europa y que
bajo paraguas alemán busca terminar, ahora, con la excepción francesa,
o un sistema político-administrativo donde lo público prima aún sobre
lo privado, pese al evidente sesgo corporativo-empresarial de los
recientes presidentes, la dupla Sarkozy-Hollande y sus primeros
ministros como el neoliberal declarado Manuel Valls.
Cuando la izquierda francesa acepta la dictadura tecnocrática europea, defiende el lobby sionista y aplaude las guerras imperialistas en África ¿Por qué extrañarse que el Frente Nacional gane las elecciones europeas con propuestas de este estilo?
1. Aumento salarial automático de 200 euros para aquellos franceses que tengan un sueldo inferior a 1500 euros.
2. Baja del 5 % en las tarifas del gas, la electricidad y los trenes,
3.Revalorización de los pensiones por encima de la inflación anual.
4.
Disminución del 20 % en la tasa sobre el carburante financiada gracias
a un impuesto especial sobre las grandes corporaciones del gas y el
petróleo.
5. Restablecimiento del franco en coexistencia con el euro y fin del endeudamiento exterior de Francia vía Mecanismo Europeo de Estabilización Financiera (MEES)
6. Nacionalización parcial de la banca comercial para proteger a los cuentahabientes y control de los movimientos especulativos y financieros.
7. Fin de la participación de Francia en el mando integrado de la OTAN y recuperación de su soberanía en asuntos militares.
En el programa del Frente Nacional -versión corta o versión larga-
se encuentran estas y otras medidas que ponen en jaque el orden
financiero internacional sustentado por la Unión Europea y los poderes
fácticos (impuestos progresivos sobre el patrimonio o fin de la
independencia del banco central francés, entre otras).
Los viejos demonios de Jean Marie Le Pen no
se disuelven en este acordeón de socialdemocracia radical. Sigue
presente el clásico paquete rudo contra los emigrantes ilegales, la
reducción de permisos de estancia, la prohibición de marchas de apoyo a
indocumentados, la homofobia y la tolerancia cero (o brutalidad
policial) contra los que desafíen el orden legal. La hija de Le Pen no esconde el legado ultra pero todos los aspavientos de los medios contra el populismo xenófobo de Marine son poco más que hipocresía criminal.
Europa no necesita al Frente Nacional para ser lo que ya es desde hace tiempo: Una estructura represiva que asesina,
tortura y encierra cada día a miles de "extracomunitarios" que intentan
entrar o sobrevivir en la UE. Eso lleva años sucediendo con el acuerdo
de las corrientes politicas hegemónicas en la Unión Europea.
La clave del éxito electoral del
FN reside en su capacidad para sintetizar, en tiempos de crisis, los
aspectos fundacionales del proyecto nacionalista que diseñara Charles de Gaulle entre 1958 y 1969. Solo que esta vez la mescolanza de autoritarismo y racismo pasó a un segundo plano para centrarse en la defensa del estado del bienestar y la soberanía nacional que los partidos coaligados en el Front de Gauche no supieron promover, entender o ni siquiera creer. Menos de un 7 % de votos muestran, a las claras, el estancamiento político de la galaxia política que sobrevive a la izquierda del Partido Socialista.
Claro está que un poco de memoria histórica basta para recordar que la ultraderecha se
apropia de discursos antioligárquicos e incluso antiimperialistas para
llegar al poder y luego negociar con sus patrones un ajuste es
expectativas contra sus propios votantes dejando en pie solo el aspecto
represivo de su programa electoral.
Pero la verdad sea dicha, demasiadas luminarias del progresismo francés apoyaron la "intervención humanitaria" en Libia así
como al Euromaidan de Kiev. Y cuando se venden como avances
democráticos la destrucción/asimilación de países próximos al área de
influencia a la Unión Europea, la izquierda alternativa está cayendo en el colaboracionismo imperial que tanto denunciaba años ha. Actitud que evitó, en todo momento, el Frente Nacional apareciendo como el único partido que puede evitar la conversión de Francia en enclave colonial.
Hace ya demasiado tiempo que para luchar contra la saga Le Pen el progresismo francés se convirtió en brigada humanitaria del capitalismo europeo e inquisidor de
Israel en tierras francesas, asunto que se reveló durante la reciente
persecución judicial contra un comediante de apellido Dieudonné cuyo contexto intenté contar hace algunos meses. Su seguidismo del poder presidencial socialista y del sionismo francés los reduce a la inanidad política. Su destino parece sellado.
Las conclusiones, provisionales e inmediatas, resultan claras. Y bastante crudas. O la izquierda empiece a decir, alto y claro, NO A BRUSELAS o
la ultraderecha tomará el control de la indignación social en toda
Europa. Mientras tanto, el lepenismo se consolida porque afirma muchas
cosas que la izquierda debería decir y decidió callar.
Para desgracia de todos, añado infeliz...
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