¿Se acuerdan de Alberto Casillas el camarero que la noche del 25 de septiembre del 2012 impidió que la policía diera una paliza a sus clientes? Resume sin saber la esencia de España. Un bar que nutre y define nuestro ser colectivo. Una curiosa teoría de Oriol Malló.
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25 de septiembre del 2012: un camarero defiende su bar de la policía. |
¿Y qué coño es España? La vieja pregunta de tanto pensador en estado depresivo tiene fácil respuesta. España es un bar. Parece broma pero no lo es. En el bar se resume la patria entera: un tiempo eterno y fugaz lejos de todo poder.
El bar es el reducto. El común denominador de nuestro ser perpétuo. En Bilbao o en Cadiz. De Vigo a Barcelona. Cambie la lengua o la filiación. Lo único que hace diferente a España de cualquier otro país del mundo es la cultura de bar. El bar no tiene lógica, razón ni unidad. Es espíritu libre en contradicción total. Despelote y desparrame de un universo que dejó de ser perfecto para volverse humano. Ridículo y genial. Grandilocuente o efímero. Y es algo tan colosal que no admite que nadie se apropie de su ser. El bar se burla, y se burlará, de sus intelectuales. Nadie lo puede abarcar. Nadie lo podrá definir. Yo menos.
Solo sé que es el templo. El dios escondido del inconsciente ibérico.
El bar es también el espejo de la España ideal. Un lugar donde están prohibidos todos los abusos. En el bar ni la clase ni el género ni la edad cuentan. Y el culto a la amistad borra la ley de la familia. Y el terrorífico ciclo de la vida. El bar es algo gordo: el espacio sagrado donde los verdugos de España no tienen cabida. El tabernáculo de nuestro ser. Algo que no puede ser extirpado, comprado o usado.
El bar es nuestra forma de entender lo divino. Pero toda visión ciega y enloquece al necio. Si se rompe lo sagrado, se paga el precio. La cocaína como destino final. El dios oculto no da toda la libertad. Incluso para volarnos el cerebro. La historia mil veces repetida.
Pero el bar todo lo resiste. Todo lo sintetiza. Todo lo vence. Por eso España existe aunque ya no tenga sustento.
¿Y a qué viene todo eso? Pues que todo bar es un galimatias, que donde hay dos españoles tres se pelean, que las taifas reviven entre carajillos y cañas y que así somos. Sin remedio. Una catastrófica maquinaria social cuando llega la hora de juntarnos y defender nuestra dignidad.
Algo parecido sucedió en la guerra civil. Y está de vuelta el jinete oscuro. Viene a arrebatarnos lo poco que nos dejó en su última cruzada. Y no habrá bar que resista el envite de esta bestia.
No hay moraleja en mi cuento: solo el loco deseo que el quijotismo muera pars de verdad organizarnos y vencer, con astucia y tesón, al minotauro que pide más sangre en su laberinto español. Cuando nostros, sus víctimas, degollemos al toro sagrado empezaré a creer que España puede ser algo más que un aluvión de bares donde nos refugiamos de la realidad.
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